CARTA DE EDUARDO RODRIGUEZ PAZ A ELOY LESCA

Estimado Eloy Lesca:
Desde el mail que te envié hace una semana con respecto a tu actitud actual acerca de la secesión de Cariló del Partido de Pinamar, ha corrido mucha agua bajo el puente. Tu respuesta al mismo, cuatro días después, no tiene el contenido ni la contundencia que hubiera esperado de un argumento tuyo.
Me decís en ese mail que “He luchado por unos 20 años para tratar de mantener Cariló en forma aceptable.
Te puedo asegurar que no me han coimeado NUNCA, ni en las obras ni con la compra de materiales ó equipos”.
No me cabe duda de tu lucha en favor de Cariló, que he seguido con respeto desde hace años y que fue lo que me impulsó a ayudarte en varias ocasiones en la Sociedad de Fomento y a escribir en tu periódico, ininterrumpidamente y ad honorem, desde hace dos años, cuando recibí la invitación a hacerlo. Sin la menor duda lo hice con el mayor gusto y nunca recibí la más mínima condición para mi trabajo.
En cuanto a que no te han coimeado nunca, jamás aseveré lo contrario y puedo defenderte ante quien lo asegure en el campo que corresponda, porque sé de tu hombría de bien, que más allá de un carácter de tipo irascible y pendenciero, te muestra como un impulsor de causas justas a las que no se les atreve cualquier energúmeno de los que nos rodea. Como sabés que en ese sentido somos parecidos, nos llevamos a las mil maravillas tanto tiempo.
Hasta hace muy poco tiempo me hiciste saber tu opinión contraria al respecto de la movida de los “Inmobiliarios de Cariló” (como los llamaste), acerca de la vuelta de Cariló al redil de General Juan Madariaga. Tu oposición era tajante y definitiva.

Por eso me sorprendió vivamente la nota de la Sociedad de Fomento de Cariló que recibí el día veinticinco de septiembre pasado con tu firma. En tu mail afirmás que es de tu autoría, cosa que dudo porque no está escrita con tu lenguaje directo y certero y, por el contrario me recuerda ciertos tonos genuflexos de alguna literatura pinamarense.
El haber cambiado de opinión de una manera tan incomprensible en tan poco tiempo (no tengo que recordarte los epítetos que usabas para los autores, masculinos y femeninos, de la primera nota al municipio de Madariaga) me hace pensar que o dejaste de lado algunos de tus principios que siempre creí definitivos, o te estás sumando a una cruzada que muy clara no tenés y que te va a llevar por el mismo camino de los indignos que pretenden separarse de Pinamar.
No es cierto, como expresás, que la opinión de la mayoría de los propietarios de Cariló y de los socios de Sofocar sea estar de acuerdo con esta separación. Me tomé el trabajo de hablar con muchos asociados y amigos en Buenos Aires durante el fin de semana que negaron cualquier consulta al respecto y aborrecen la actitud que propiciás.
Descuento que no estás al tanto de la movida política y económica que se está gestando entre los defensores de la diáspora y los ocultos intereses comerciales de Cariló y Madariaga en esta jugada trasnochada y de baja estofa.
De paso te aclaro que me parece acomodaticia y oportunista la actitud del Intendente de General Madariaga, Cristian Popovich, de quien hasta el presente había tenido la mejor de las opiniones.
Con respecto a tu dicho de “No puedo poner las manos en el fuego por otros seres. Tendrias que indicarme lo de las malas compañias”, contá conmigo para aportarte toda la información fehaciente que obra en mi poder para que no quedes embanderado en falsas y bastardas opciones en aras de luchar por Cariló con gente de baja calaña.
Por todo lo enunciado, estimado y confundido Eloy, te hago saber por este medio que he decidido no participar más de tu periódico DC de Cariló. Mi dignidad no se negocia y mis convicciones son lo suficientemente fuertes como para no cambiar de rumbo en el camino que voy siguiendo en la vida.
Además, Eloy, a esta altura de mi existencia trato de no callar lo que pienso y de tener la libertad de pensar todo lo que quiero. Eso traté de expresar en esos dos años en el DC, con tu anuencia.
Los dos somos hombres grandes, con una vida muy caminada en ambos casos. Por eso me resulta ligeramente embarazoso darte un consejo. Dejo, así, que Napoleón Bonaparte te lo dé en nombre mío: “Estimado Eloy, De lo sublime a lo ridículo no hay más que un paso”.
Deseo que estas actitudes antagónicas no me hagan perder el placer de tu presencia en algún asado o reunión social en compañía de tu Martha, tan querida por toda mi familia.
Eduardo Rodriguez Paz