PINAMAR.- Alguna vez supo ocupar el lugar de estrella de la costa argentina. La playa en la que había que decir presente. Estar. Empresarios gravitantes, modelos y auténticas celebrities aportaban pinceladas de glamour al que era, junto a la más pequeña Cariló, uno de los más exclusivo de los balnearios locales. El que no iba Punta del Este, hacía base en Pinamar y eso no significaba una devaluación.
Hoy, sin embargo, a dos décadas de sus años de esplendor, Pinamar atraviesa una profunda crisis política que la transformó en una postal del deterioro. El eje de la avenida Bunge se volvió triste y gris, tierra de adolescentes y de locales de baratijas fosforescentes. La falta de inversión hizo que el perfil urbano se haya vuelto difícil de transitar. Hay basura acumulada y autos abandonados en la Avenida del Mar. Las calles son una prueba de off road y entre las playas del centro y las del Norte han quedado grandes espacios vacíos, en donde ya no hay paradores o sólo quedaron ruinas de viejas instalaciones.
A los otros, a los balnearios que siguen en pie, todos los años les llega su sentencia de muerte: este año es abril próximo. En esa fecha, se supone, deberán ser demolidos todos y volver a levantarse con criterios eco-friendly . Pero probablemente esto también se prorrogue este año y la incertidumbre por el futuro de los balnearios ha hecho que muy pocas marcas los esponsoreen. Y sin esta inyección de fondos, el deterioro de las instalaciones es lamentable.
Hay paradores en los que, incluso, los restaurantes usan calurosas sombrillas de lona de marcas de helado que ya no existen para ofrecer sombra a los comensales. La falta de inversiones se hace evidente.
Quien haya visitado el balneario esta temporada, sin haber sido testigo del lento deterioro que fue sufriendo en la última década, podrá corroborar lo que hoy muchos dicen sobre la ciudad: Pinamar perdió su lugar de privilegio. Esto no ha significado, en cambio, una baja en los precios de alquileres y servicios. Por el contrario. Hoy, pasar vacaciones en esta ciudad significa para una familia un desembolso diario de unos $ 2000. El alquiler de una casa cuesta entre $ 15.000 y $ 18.000 por quincena. Una carpa, $ 500 diarios.
La Avenida del Mar, la más deteriorada. Foto: LA NACION / Rodrigo Néspolo
El deterioro sí significó una baja en la cantidad de turistas: al hacer una evaluación de costos y calidad de servicios, muchos decidieron migrar a otros rumbos: Cariló o Mar de las Pampas, o las chacras marinas de Mar Azul, más típicas de Punta del Este, conquistaron este verano la cumbre de la pirámide. Al menos, de los que eligieron vacaciones en el país. Por primera vez en muchos años, la ciudad de Pinamar tiene el menor nivel de ocupación de su partido: 70%, por debajo de Cariló, Valeria del Mar y Ostende.
"Está muy cambiado. Grande pero deteriorado, sucio. Muchos lugares cerrados. No recordábamos que fuera así. Las calles son intransitables y en la playa nadie controla ni la limpieza ni la presencia de perros en la playa. Esto no era así", comentó a LA NACION Martín Gómez Ale, un médico que veranea con su familia.
¿Qué ocurre? Muchos apuntan a la crisis política. A mediados de año, el cinco veces intendente Blas Altieri fue destituido por sospechas de manejo fraudulento de planes de vivienda. En su lugar asumió el primer concejal del Partido Vecinal, Hernán Muriale, que no encarna más poder que el efecto residual de ser hombre de Altieri. De hecho, el no haber conseguido la aprobación del presupuesto hasta hace una semana impidió que se cerraran contratos importantes antes del arranque de la temporada.
Claro que la crisis viene de lejos. Sólo hay que recordar que el anterior intendente, Roberto Porretti, del Frente para la Victoria, también fue destituido tras denuncias de corrupción, cámara oculta mediante. Este año han pisado estas arenas muchos políticos no habitués de Pinamar. Fue como si el discurso oficial y la política cambiaria los hubieran obligado a mostrar unas vacaciones en pesos. Pero, después de mostrarse, pocos permanecieron en esta ciudad.
Lisandro Prieto y María Paz son padres tres hijos de entre 3 y 11 años. Ellos hacen base en la zona norte, donde el padre de ella tiene casa. "Nos movemos por acá. Es muy raro que bajemos a Bunge, hacemos las compras en el centro de Pinamar Norte. Lo básico. Pero si es que podemos evitarlo, no vamos para nada al centro. Ya no es como era antes. La ciudad está fea. Triste. Y de noche, descontrolada", dice ella.
Hay algunas imágenes del deterioro que quedarán en la retina de los veraneantes: un destartalado Renault 12 abandonado enfrente de UFO Point, al que noche tras noche los adolescentes fueron castigando hasta dejarlo boca arriba, en mitad de la Avenida del Mar. O el gran chiringo de playa del balneario Robinson, donde se podía comer tiburón en un ambiente hawaiano, hoy cubierto con arena hasta la mitad de sus paredes.
La zona que parece haberse salvado del inexorable deterioro es lo que llaman "PinaNorth". Allí, en Ilíada y Del Olimpo, se instaló un centro comercial -propiedad de los Altieri- que pretende emular las galerías de duendes de Cariló. Empezó con sólo un par de locales, pero hoy ya tiene más de 60 comercios, entre ellos cuatro restaurantes, dos heladerías, dos cafés, un mercado pequeño y juegos para los más chicos. No son pocos los veraneantes que comentan que allí encuentran todo lo que necesitan para unas vacaciones tranquilas. Sólo bajan hasta la avenida Bunge para ir al supermercado o a cargar nafta.
Incluso los stands de las automotrices, que años atrás vestían con colores y espectáculos la avenida vertebral de Pinamar, han buscado otras opciones. Muchas directamente migraron a Cariló y otras se instalaron en el centro comercial de la zona norte.
No es casualidad que el año pasado un grupo de propietarios de Cariló haya intentado escindirse del partido de Pinamar. La cíclica crisis política de esa ciudad, argumentaron, les impide crecer..
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