El tipo de cambio paralelo aceleró la disparada de julio y alcanzó un récord de $350. La paridad bursátil, una referencia para las empresas, tocó los $341 y luego bajó a menos de 330 pesos
Por Juan Gasalla
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Está claro que el salto de precios evidenciado por el dólar libre desde junio en adelante obedece a una sobre reacción del mercado. Pero los precios presentes, que pueden ser considerados como de “pánico”, tienen que ver con el deterioro de las expectativas de los ahorristas y consumidores. Y cuando manda el miedo -y faltan acciones concretas y efectivas del Gobierno- las cotizaciones libres del dólar siguen subiendo y alimentan la espiral alcista, es decir la devaluación del peso.
En este sentido, un dato que empieza a inquietar es que el dólar libre, en un nuevo récord nominal de precios que llegaron al filo de $350 el viernes, para cerrar a $338, se pagó más caro que el dólar “contado con liquidación”, que tocó un máximo de $341 y terminó cerca de los 325 pesos. Esto implica que la suba del dólar libre es impulsada por los minoristas, que buscan el refugio del billete y se escabullen del peso.
Los analistas del mercado alertan que “si esto continúa en el tiempo amenaza a la economía, porque se empieza a dejar de lado el consumo de bienes y servicios -conducta que anticipa recesión- y también las apuestas tradicionales como el plazo fijo -debido a las tasas reales negativas-”.
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