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domingo, 24 de julio de 2022

El problema de la política económica: pasar el invierno, llegar al otro invierno

Sin acuerdo interno en el Gobierno para un cambio más de fondo, los instrumentos disponibles son escasos; y más que nunca, la política económica quedó a merced de las expectativas y las decisiones de la gente

Por Enrique Szewach



Convengamos que, al menos en política económica, somos un país peculiar. La política antiinflacionaria, por lo general, está en manos del secretario de Comercio y, la política cambiaria quedó bajo la esfera de la Comisión Nacional de Valores y, ahora, del ministro de Turismo. El día que se transfieran estas responsabilidades exclusivamente al Banco Central, quizás nos vaya mejor.

Curiosidades aparte, lo cierto es que, como le comenté la semana pasada, hemos entrado, a partir de julio, en un nuevo régimen inflacionario y, en los últimos días, ese nuevo régimen inflacionario, sumado a la expectativa de que dicho régimen “está para quedarse” y las dificultades crecientes del Banco Central para abastecer a los importadores de insumos al precio oficial, aceleraron aún más la huida del peso y el apetito por sacarle dólares al Banco Central o no vendérselos.

Por supuesto que con supercepo, la huida del dinero se refleja solo en los precios tanto de los bienes y servicios como de los dólares libres, porque los pesos siguen dentro del sistema y no tienen dónde huir -detrás de quien compra, hay alguien que vende- pero para “convencer” al que vende, hay que pagar un precio mayor. Salvo que el que venda sea el Banco Central.

Simultáneamente, también como le conté la semana pasada, el Banco Central estuvo super emitiendo para financiar el déficit fiscal directa e indirectamente, y para sostener el precio de los bonos de la deuda en pesos, de la cual también se huye.

Por lo tanto, la relación causal es sencilla.

La superemisión, obliga a reforzar el supercepo; el supercepo recargado genera una superbrecha; y la superbrecha reduce los dólares netos que le quedan al Banco Central del balance comercial, porque opera como un gigantesco impuesto a las exportaciones y un gran subsidio a las importaciones. Ante esto, el Banco Central aprieta aún más el supercepo y se completa el círculo.

Por lo tanto, la única forma de frenar esta dinámica es achicar la brecha y estabilizar el tipo de cambio libre.

Y urge frenar esta dinámica porque, sin posibilidad de abastecer con dólares de las reservas a precio oficial a los importadores, el precio del dólar libre, y su aceleración, empieza a funcionar como una referencia de la fijación de precios de los bienes y servicios, y ello traba la actividad -no hay precios firmes- y pega en la ya incrementada tasa de inflación.

Entonces, insisto, se necesita achicar la brecha, y estabilizar el precio de los dólares libres.

Para achicar la brecha desde arriba, es necesario un muy fuerte ajuste fiscal que permita otro muy fuerte apretón monetario, con una muy fuerte suba de la tasa de interés que “seque” todo el sobrante de liquidez existente (no se enoje, no hablo de su bolsillo, hablo de los números macro) y frene la demanda de dólares libres, por el costo de oportunidad de la tasa en pesos, o la recesión. Ese super apretón fiscal y monetario no está disponible, al menos en las magnitudes que se requieren dados los desequilibrios actuales.

El Banco Central, dice que se siente “cómodo” con este tipo de cambio real, y apuesta a que “hay que pasar el invierno”, esperando que, superado el pico de las importaciones de gas, se puedan recuperar las reservas, aflojar restricciones al resto de las importaciones, y calmar el mercado.

 Se piensa en “devaluaciones sectoriales transitorias”, para incentivar a los productores agrícolas a cambiar sus activos dolarizados por pesos.

l problema más serio es que esta “política” luce escasa para llegar hasta el invierno que viene, cuando sea la situación preelectoral, la que defina, casi exclusivamente, la política económica.

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