Para que tenga algún éxito, el plan de congelamiento de precios requiere un respaldo político potente. Sin embargo, fue implementado sin el necesario consenso entre las principales figuras del Frente de Todos
Por Ernesto Tenembaum
A fines de la semana pasada, el jefe de Gabinete, Juan Manzur, comprendió las reglas de juego, por si no lo había hecho hasta entonces. Había llegado a los Estados Unidos para fortalecer la gestión de Martín Guzmán ante acreedores privados e institucionales. Era la nueva estrella del gabinete argentino. Se suponía que tenía poder suficiente para dar garantías. Al aterrizar se enteró que su propio gobierno había relevado a una funcionaria clave y anunciado un plan de congelamiento parcial de precios: nadie lo había consultado por una cosa ni por la otra. La situación era especialmente ofensiva porque esa medida debilitaba su gestión ya que no era, precisamente, amigable para sus interlocutores.
Durante los diversos encuentros en que participó, el tucumano balbuceó lugares comunes sobre el rumbo moderado y acuerdista del Gobierno, pero una y otra vez, de manera más directa o diplomática, chocó contra una pregunta que, en realidad, era un muro: “¿Y la Vicepresidenta qué opina de todo esto?”.
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