El Presidente apuesta a consensos básicos en la coalición oficialista, mientras funcionarios cercanos a la Vicepresidente desgastan al ministro de Economía y cuestionan las metas técnicas acordadas con el FMI
Por Román Lejtman
Alberto Fernández levantó la voz cuando leyó en su WhatsApp que un alfil de Cristina Fernández de Kirchner aseguraba en ciertas tertulias oficialistas que Argentina no podía comprar gas ruso en rublos como consecuencia geopolítica del acuerdo firmado con el Fondo Monetario Internacional (FMI). El Presidente explicó a su interlocutor en Olivos que no hay una sola cláusula del Fondo que prohíba adquirir hidrocarburos al Kremlin, que hasta ahora Vladimir Putin no ofreció esa posibilidad y que -de todas maneras- no estaría dispuesto a hacerlo frente a las sanciones económicas dispuestas por Estados Unidos y la Unión Europea.
“Operan para ensuciar el acuerdo con el FMI, que no tiene cláusulas limitativas para el comercio. Hay sanciones y voy a acatarlas. Yo no me quiero pelear con el mundo”, dijo Alberto Fernández en la quinta presidencial.
Y remató: “Los problemas internos se resuelven con el tiempo, y todos deben comprender que la Presidencia en la Argentina no es un órgano deliberativo: cuando el presidente decide, se termina el debate”.
El abrupto mal humor del jefe de Estado -por la tergiversación del acuerdo con el FMI- contrastó con su estrategia política para aplacar sus profundas diferencias con Cristina, Máximo Kirchner, La Cámpora y el Instituto Patria.
Alberto Fernández desconfía de la tregua política que proponen los correveidile enviados por CFK,
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