Máximo, ¿es o se hace?
Cada uno tiene derecho a recordar el 24 de marzo como bien le parezca. A esta variedad de matices, se agregó uno más, respetable, pero ciertamente extraño. Un dirigente asumió un protagonismo desmesurado, que por momentos pareció ajeno a la fecha que se conmemoraba
Por Ernesto Tenembaum
El 24 de marzo es —o debería ser— ese momento de cada año en el que un país entero recuerda el período más oscuro de su historia, el día en que se instaló una dictadura que mató, desapareció, torturó o expulsó al exilio a miles y miles de personas, y además robó cientos de niños. Es —o debería ser—el momento de valorar que la Argentina, como ningún otro país del mundo, juzgó y condenó a la mayoría de los asesinos y torturadores. Y lo hizo en paz. Y que ya hay varias generaciones que no saben lo que es vivir bajo tutela militar.
Naturalmente cada uno tiene derecho a recordar el 24 de marzo, o a interpretar aquellos hechos históricos, como bien le parezca: son las reglas de la libertad. A algunas personas le puede resultar incluso una fecha poco significativa. Para otras, será un momento especial para recordar seres queridos. Cientos de miles sentirán la necesidad de marchar a distintas plazas del país. Los padres conversarán del tema con sus hijos, si así lo sienten o si los hijos los molestan con sus preguntas. Los maestros explicarán su perspectiva a sus alumnos.
A esa variedad de matices con que se recuerda a la dictadura militar, este 24 de marzo se agregó uno más, tan respetable como todos, pero ciertamente extraño. Un dirigente político muy relevante asumió un protagonismo desmesurado, que por momentos pareció ajeno a la fecha que se conmemoraba. Desde días antes, dirigentes de La Cámpora dejaban trascender que esa agrupación utilizaría la fecha histórica para hacer una demostración de fuerza numérica contra el presidente Alberto Fernández.
Cuando la columna de camporistas ya ocupaba varias cuadras compactas, apareció Máximo Kirchner para encabezarla. Kirchner (hijo) es el líder indiscutido de La Cámpora desde el día en que se fundó hace ya 14 años. Si alguien quisiera desplazarlo, no tendría herramientas para hacerlo. Los líderes de la Cámpora no se eligen por elecciones internas ni a través de congresos. Se trata de una organización vertical, centrada en una persona, que a su vez unge o desplaza, según el caso, a quienes lo acompañan.
El clima que rodeaba a Kirchner (h) era, ciertamente, festivo. Él mismo llevaba una colorida remera cuyo estampado no era un pañuelo blanco ni ningún otro símbolo que hiciera referencia al terrorismo de estado. Eran los cuatro comandos de la Play Station: una forma de burlarse de quienes le atribuían una dedicación excesiva a ese juego. Máximo era acompañado por equipos de difusión de La Cámpora que filmaban cada uno de sus saludos, de sus mohines, de sus movimientos para después seleccionar los que se viralizarían. En medio de ese despliegue, concedió un reportaje a un medio digital de La Cámpora. “Algunos eligen los sets de televisión. Otros preferimos la calle y la gente. Y…acá se ve”, desafió.
No hay comentarios:
Publicar un comentario