La jueza Capuchetti ordenó ayer la detención de Gabriel Nicolás Carrizo, el jefe de “la banda de los copitos”, en base a las pruebas que se encontraron en su celular. El expediente sigue en secreto de sumario
Por Patricia Blanco
A punto de cumplirse dos semanas de que una pistola Bersa calibre 32 le apuntara en la cara a Cristina Kirchner, la investigación que se sustancia en Comodoro Py 2002 transita horas de impacto, con la repentina detención de Gabriel Nicolás Carrizo, el jefe de los llamados “copitos”, la banda en la que se movía Fernando Sabag Montiel, el atacante; y su novia, Brenda Uliarte, cuyo teléfono se convirtió en una pieza de oro para la causa a la hora de encontrar pruebas. Allí aparecen diálogos con su amiga Agustina Díaz, agendada como “Amor de mi vida”, a la que le avisaba: “Mandé un tipo para que la mate”; “voy con el fierro y le pego un tiro a Cristina”; “me dan los ovarios para hacerlo”.
Díaz quedó detenida por el contenido de esos mensajes, incluso porque le dijo que borrara el teléfono (“Tenés que deshacerte del celular. Y cambiar el número. Borrar tu cuenta, todo”). También por que le preguntó cómo había fallado. “Fue de chusma”, quiso justificarse en su indagatoria.
Según dijo, Brenda era una fabuladora y ella creyó que todo era una fantasía de su amiga. “No es joda boluda. Estoy armando un grupo para ir con antorchas, bombas, fierro todo. Voy a ser la libertadora de Argentina. Estuve practicando tiro, sé usar un fierro”, le decía. Pero cuando vio en la televisión que le habían apuntado a Cristina Kirchner en la cara y reconoció al novio de Brenda, intentó ayudarla porque pensó que ella no tenía nada que ver. Hasta el día que cayó presa.
Agustina Díaz juró ser inocente. Y pidió su excarcelación. El fiscal Carlos Rívolo tendrá que responder si la joven puede permanecer en libertad mientras se analiza su situación procesal. Y luego la jueza tendrá que definir si la deja detenida.
Pero el contenido de los celulares siguen deparando pruebas. Y fue precisamente el celular de Carrizo, el jefe de los copitos, el que terminó con su detención. Literalmente. Es que Carrizo había dejado voluntariamente su celular cuando declaró como testigo como el resto del grupo que vendía algodón de azúcar en la calle. Durante los días pasados, Infobae detalló cómo la Policía de Seguridad Aeroportuaria estaba analizando la información de sus dispositivos, incluso bajo la sospecha de que aparecían mensajes borrados sin la precisión de cuándo se habían hecho desaparecer.
Lo que el informe del análisis del celular del “jefe de los copitos” detectó fueron mensajes que involucran directamente a Carrizo con el atentado. Y por eso cuando el líder del grupo apareció a última hora de la tarde del miércoles por Comodoro Py para retirar su celular, los agente de la PSA lo siguieron, lo arrinconaron y le avisaron que quedaba detenido. En las próximas horas se enterará de la cantidad de pruebas que lo involucran. La causa está en secreto de sumario.
Fue curioso porque durante las últimas semanas las noticias apuntaban a “la banda de los copitos” como vinculados al ataque. Incluso, versiones ubicaban a Carrizo en la esquina de Juncal y Uruguay, la casa de la Vicepresidenta, en los días previos al ataque. Esa información, nunca confirmada, no fue la que activó su arresto. En el mientras tanto, las fuentes de la causa insistían en que hasta el momento no había nada sobre los copitos, que permanecían en condición de testigos. Las cosas cambiaron en las últimas horas. Nada puede garantizar que, con el correr de las horas, no pueda haber más novedades.
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