El oficialismo fracasó en instalar el discurso de odio como causa del atentado contra Cristina Kirchner. Tampoco pudo avanzar con el diálogo político. Y la misa en Luján fue apenas un acto peronista. En su kilómetro 0, Marcos Juárez, la oposición celebró una victoria que disimula las internas
Por Facundo Chaves
El kirchnerismo, que supo extraer de situaciones adversas y conflictos los insumos para renacer, parece vivir un nuevo destino signado por el amargo desencuentro con la eficacia de otros tiempos. El impactante atentado contra Cristina Kirchner, que por milagro no terminó en un atroz magnicidio televisado en directo, no logró cambiar ese derrotero, sino que más bien lo agravó.
A 12 días del hecho, las encuestas confirman la sensación térmica que hay en la sociedad y en los factores de poder: el ataque organizado con sospechosa precariedad por una pareja de vendedores ambulantes de copitos de azúcar no cambió la dinámica política, ni modificó de manera sensible los niveles de adhesión de ambos polos de la grieta, como así tampoco desplazó ninguna de las preocupaciones terrenales que tienen los votantes: los precios altos, los salarios bajos y la inseguridad.
Dirigentes, funcionarios, políticos y analistas consultados por Infobae coinciden en señalar que la reacción que tuvo el oficialismo puede ser la causa de que ese evento inédito en la historia argentina -que una vicepresidenta sea víctima ante las cámaras de TV de un intento de asesinato sangriento y cruel- terminara reforzando los prejuicios. Los kirchneristas y los antikirchneristas están más convencidos que antes de sus ideas.
La directora de la consultora Management & Fit, Mariel Fornoni, explicó en diálogo con Infobae que el atentado tuvo un impacto inmediato en “reavivar la mística” del kirchnerismo, tanto de la militancia como del voto duro, pero ese efecto “no cambió la relación de fuerzas” ni hacia adentro de la coalición de gobierno como así tampoco entre oficialismo y oposición.
La analista reveló que en los últimos sondeos registran que se fideliza el voto más duro y se recupera muy poco del voto blando que había votado al kirchnerismo en 2019 en rechazo a la experiencia macrista. “No mejoró la imagen negativa de Cristina Kirchner. Hay sospechas sobre lo que pasó y la gente sigue creyendo que en el caso de las causas de corrupción es culpable. El atentado no modificó sustancialmente el escenario”, agregó.
La incredulidad sobre el intento de magnicidio y el endurecimiento del voto propio arroja un subproducto complicado: la incertidumbre, reverso de la confianza. Son factores decisivos para el funcionamiento de cualquier economía y que según su proporción comprometen proyectos de inversión, desde los grandes emprendimientos a la decisión que en la microeconomía toman las familias y las personas.
La incapacidad que mostró el cristinismo para tonificar su potencialidad política y electoral lo deja más dependiente de la gestión del ministro de Economía, Sergio Massa, que hoy tiene el “Día D” en Washington de su viaje a Estados Unidos.
El ministro estará en el Departamento del Tesoro para entrevistarse con el poderoso David Lipton; con Michael Kaplan, Secretario Adjunto para Asuntos del Hemisferio Occidental; y Andy Baukol, Subsecretario de Asuntos Internacionales. Luego tendrá su primer cara a cara con Kristalina Georgieva, directora del Fondo Monetario Internacional, y tiene previsto embarcar hoy mismo de regreso a Buenos Aires.
Se trata de interlocutores que tienen la llave para el éxito y el fracaso de la economía y con quienes Massa intentará definir cuestiones que se proyectan más allá del 2022. “El futuro del kirchnerismo está atado a los resultados de Massa”, explican dirigentes de la oposición que se juramentaron mantenerse lejos de la Casa Rosada.
La dependencia del ministro de Economía se profundizó al ritmo en que el gobierno no logró tender puentes de diálogo con la oposición y encuentra márgenes cada vez más estrechos para activar iniciativas que involucren a la oposición. En ese paisaje se entiende mejor el pedido de Andrés Larroque, hombre clave de La Cámpora: “Es imprescindible de que se abra una etapa de diálogo en la Argentina. Nuestra predisposición está. Si alguien entiende que le da más rédito político el odio estamos en problema. El odio no es el camino por más que el odio rinda en las encuestas”.
Seguidilla complicada
La misa de Luján es quizás el último de una larga lista de errores no forzados que cometió el oficialismo y que terminaron, en vez de fortaleciendo la posición política del Frente de Todos, acrecentando su debilidad.
A la Basílica, donde se venera a la advocación de la Virgen María, Santa Patrona de la Argentina, fueron el sábado funcionarios del gobierno y las distintas “feligresías” políticas del Frente de Todos. Camporistas, movimientos sociales, los bonaerenses que integran el gobierno de Axel Kicillof, y el puñado de leales que siguen a Alberto Fernández. El único “distinto” era el ex presidente Eduardo Duhalde.
Se iba a rezar por la paz, el reencuentro y el milagro de que la bala de la pistola de Fernando Sabag Montiel no hubiera salido. Pero se ausentó en bloque toda la oposición y no estuvieron Cristina ni Máximo Kirchner, en su representación.
El encargado de hacer notar la mitad que faltaba -es decir dirigentes opositores- fue el actor principal de la ceremonia religiosa, el arzobispo Jorge Scheinig, quien se ocupó de resaltar desde el altar las ausencias. Como el que subraya un pequeño punto negro en un gran manto blanco, el prelado lo hizo asumiendo un error que, claramente, lo excedía.
“Quiero pedir disculpas, de verdad lo quiero hacer de corazón, porque quizás yo no invité, por no querer hacer tan importante, me equivoqué. Metí la pata, como decimos, y no comuniqué y se generó todo un malentendido. Pido perdón, de verdad”, dijo ante la mirada entre sorprendida e incrédula de Alberto Fernández, al que la cámara oficial lo enfocó con insistencia.
Pero es importante resaltar quién es Jorge Scheinig. Por impulso del papa Francisco, en poco más de 5 años, pasó de sacerdote a obispo auxiliar y luego a arzobispo. El sumo pontífice no sólo le otorgó la conducción de esa diócesis de alto perfil público y político, sino que lo “empoderó” al elevar al rango de Iglesia Metropolitana la sede arzobispal de Mercedes–Luján y a Catedral Metropolitana la Basílica Nuestra Señora de la Merced y traspasarle el control de Merlo-Moreno; Nueve de Julio y Zárate-Campana.
Más allá de su sigilo vaticano, el papa Francisco se esfuerza siempre por dos cosas: resaltar que no ignora ni el trazo fino ni el grueso de la política argentina; y quiénes son los que lo representan. Ninguno en la Conferencia Episcopal estuvo dispuesto a mencionar al sumo pontífice, ni en la convocatoria de las misas por la paz ni en las polémicas posteriores.
Mercedes es el partido bonaerense de Gerónimo Ustarroz y su hermano de crianza, Eduardo “Wado” De Pedro. El ministro había fatigado WhatsApp con dirigentes de Juntos por el Cambio para intentar convencerlos de que participen de un improbable diálogo político o, al menos, de la misa convocada por la Iglesia. Pero no tuvo éxito ni para lo uno ni para el otro.
La imposibilidad de un acercamiento entre la oposición y el Gobierno tiene su origen en que ninguno de los que primero hablaron de los “discursos de odio” como instigadores del intento de magnicidio desactivaron sus argumentos. Insistieron con acusar al Poder Judicial, a opositores y a periodistas de inocular el veneno del rencor y el encono en los autores del brutal ataque contra la vicepresidenta.
La marcha en Plaza de Mayo, las sesiones en Diputados y el Senado en las que abundaron las acusaciones y agravios, el escandaloso “plan canje” de paz social por impunidad que sugirió el senador José Mayans (aunque luego lo desmintió) se acumulan como posibles desaciertos si el objetivo era lograr empatía en el público y alguna plan de salida a la lógica de amigo-enemigo.
El efecto Marcos Juárez
Juntos por el Cambio, como contracara del Frente de Todos, logró salir en las últimas horas de la lógica de la interna y la pelea chiquita por candidaturas con una victoria que por su peso simbólico logró esconder y simular las disidencias cada vez más ruidosas que se venían escuchando entre sus dirigentes. “No se peleen más”, era el reclamo que venían recibiendo los que caminaban el territorio y que Infobae reveló la semana pasada.
La localidad cordobesa de Marcos Juárez, que desde 2014 es considerada el kilómetro cero de la oposición porque allí ocurrió la primera victoria de la unión del PRO, la UCR y la Coalición Cívica, le dio a JxC una aplastante victoria por más de 15 puntos por sobre la candidatura apoyada por el gobernador peronista Juan Schiaretti.
Aunque se trata de un distrito con 30.000 habitantes, el resultado es importante y tiene relevancia nacional por varios aspectos. Primero porque una derrota hubiera enviado una fuerte señal de incertidumbre a la coalición opositora. Si bien “El Gringo” Schiaretti tiene pésima relación con el kirchnerismo, iba a ser celebrado por el peronismo, que mostró señales de unidad después del ataque a CFK.
El resultado fue a contrapelo de lo que sugerían las encuestas, al punto que algunas indicaban que la elección entre Sara Majorel (JxC) y Verónica Crescente (schiarettismo) o estaba pareja o podía darse una sorpresa con una victoria del oficialismo provincial.
La victoria opositora fue una ocasión inmejorable para que los principales líderes mostraran unidad y evitaran el empecinamiento en las diferencias. Mauricio Macri, Horacio Rodríguez Larreta, Patricia Bullrich, todo el radicalismo, con el gobernador jujeño Gerardo Morales a la cabeza, entre otros, enviaron sus felicitaciones.
Macri publicó un filoso mensaje que fue leído hacia afuera pero también hacia adentro de JxC: “Si no está roto, no lo arregles. Felicitaciones a todos los marcojuarenses por mostrarnos que el equipo es más importante que las personas. Gran victoria de Sara Majorel, JxC y reconocimiento a Pedro Dellarossa”.
Dirigentes que hablaron anoche con él, revelaron a Infobae que Macri les transmitió que “ve cada vez con más claridad la madurez del electorado en todo el país en entender cuáles son las ideas que nos tienen que sacar adelante, distinguiendo la importancia del equipo versus una persona”. Con esa victoria en Córdoba, que la entiende como propia, saldrá a caminar esta semana el Conurbano, más precisamente en la populosa (y esquiva) Tercera Sección Electoral.
Será un movimiento -cuya recorrido es por ahora guardado bajo siete llaves- que les traerá otra vez inquietud a los dos precandidatos que están lanzados para el 2023, Bullrich y Larreta, que habían organizado actos en el lugar donde se discute -por la cantidad de votos- todo el poder.
Con la idea de acelerar en sus planes electorales, Larreta, su candidato a gobernador Diego Santilli, el intendente local, Diego Valenzuela, y Hernán Lacunza -¿candidato a ministro?- estarán en el Golf Club de San Martín, junto a 40 dirigentes de Juntos por el Cambio de la Primera y la Tercera Sección Electoral.
Convocarán a los que aspiran a gobernar los distritos que hoy conduce el oficialismo. Los que organizaron la convocatoria resaltaron que la coalición Juntos sumó 1.896.730 de votos que representan el 54,65% de los obtenidos por Juntos por el Cambio en elecciones municipales de la provincia de Buenos Aires en 2021.
Milei también juega
Pero Juntos por el Cambio no son los únicos que están apurando los movimientos precompetitivos electorales. El diputado Javier Milei, que figura en todas las encuestas como el tercero en discordia entre JxC y el FDT, se presentará hoy en el teatro Broadway, desde las 19, donde dará una charla que tendrá como tema el fin de la inflación, pero que servirá para dos cosas: mostrar potencial electoral y la sorpresiva presencia de un economista identificado con el PRO.
En el encuentro estarán Domingo Cavallo, Manuel Adorni, Diana Mondino, Héctor Rubini y Alberto Benegas Lynch (hijo). La presencia inesperada será la de Federico Sturzenegger, ex presidente del Banco Central de Mauricio Macri. Milei será el encargado de cerrar el encuentro: va a explicar su plan de dolarización para terminar con la inflación, el problema que está al tope de las preocupaciones de la gente.
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