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sábado, 15 de septiembre de 2012

CULTURA PINAMARENSE: PRESA DE LA MEDIOCRIDAD, por MARIA ADELINA MERCURI

“Me los trataron mal”. Así se refirió, al mejor estilo patrón de estancia, el reciclado director de Cultura, Jorge Esperón, hacia los empleados del área. El hombre que a poco asumir intentaba diferenciarse de Blas Altieri y denunciaba: “se la robaron toda”, hoy es el brazo ejecutor de una política que apunta al desamable de los talleres Cultura.
Al igual que Altieri, en sus alocuciones, Esperón abusa del pronombre “me”, su utilización marca la “posesión” y “reafirma su autoridad”. Bajo esta lógica y la “obediencia debida”, acepta el nombramiento de Elizabhet Ocaño (mujer designada por Muriale), abusa de su autoridad y avasalla los derechos laborales de las empleadas municipales: Romina Avalos y Nancy Luconi. No faltó mucho para que la máscara de Jorge Esperón, como en el grotesco, se caiga.
El grotesco es un género teatral que refleja la realidad entre la comicidad y la tragedia. En eso se ha convertido Pinamar en los últimos tiempos, en un gran grotesco que supera al propio Luigi Pirandello. La tragedia de esta pieza se representa en la desesperanza de un pueblo que no logra salir de la crisis institucional salpicada por la corrupción de sus funcionarios; a tal punto que el actual intendente, Hernán Muriale, se encuentra envuelto en una denuncia que no solo lo involucraría directamente en una estafa al Municipio, sino también a un trabajador y a la FIP. El grotesco por excelencia lo desempeña Jorge Esperón. El hombre que rueda de partido en partido con tal de volver a acceder al ansiado puesto de Cultura que logró entre gallos y media noche, allá por el 2008. En esta tragicomedia, el personaje de Esperón se construye entre el descaro, la farsa y la mentira licenciosa.
Y para rematar la puesta en escena, se evoca al género teatral rioplatense y entra en escena Elizabhet Ocaño para protagonizar el “El conventillo de la paloma”. El vocabulario y las expresiones de estos personajes no son un dato menor. La jerga los ubica más en el Abasto de los años 50 que el área de Cultura de un Municipio que se precia de ser de “alta gama”.
En su momento el concejal Alfredo Baldini daba explicaciones del por qué Esperón, hombre de confianza y prensa de su última campaña electoral, abandonaba las huestes y aceptaba la Dirección de Cultura del gobierno del MUPP. El edil destacaba el mal momento económico que atravesaba el conductor radial ya que se ganaba la vida manejando un remis. Entonces uno se pregunta: ¿Bajo estas circunstancias, cómo alguien, cuya capacitación no está acreditada (salvo el parloteo de una dirección discográfica), puede garantizar la integridad de sus actos y decisiones? ¿Y para no volver al llano de una vida mediocre, acaso sea capaz de aceptarlo todo a cualquier precio? Lo mismo sucede con Ocaño y “su extraña pareja”, Roberto Bhomer, a quien el propio Muriale calificó de “triste”. Pero a la hora de designarlos va contra viento y marea, aun a costa de su endeble y desordenado gobierno.
¿Qué lo ata a estos absurdos personajes cuya inmoralidad se manifiesta con total frescura? Si regresamos a la línea de lo grotesco, ésta ha sido la lógica empleada por los gobernantes. Y como el pus que invade las cavidades (pido perdón por la deformación profesional en la comparación), se enquista y echa raíces. Difícil tarea la de los pinamarenses, que como cirujanos deben abrir los nichos de podredumbre, tomar el hispo más gordo, limpiar y lavar hasta que no quede un solo vestigio del pus que lo infecta todo.

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